Mucho se ha escrito ya sobre esta y otras crisis ocurridas a lo largo de la historia y puede comprobarse que la crisis económica actual comenzó con una burbuja donde, como explica simplemente Richard Herring, profesor de Finanzas de Wharton, “Las burbujas suelen tener lugar cuando las personas quieren comprar alguna cosa simplemente porque creen que podrán venderla a un precio mayor y, como toda burbuja viene acompañada de un punto de avaricia”.
Avaricia donde también tienen mucho que explicar las entidades financieras y de crédito puesto que los movimientos de valor hacia arriba y hacia abajo en el sector de la vivienda están casi siempre asociados al desempeño del sistema bancario. Así ha sido también en la reciente burbuja, donde tanto los compradores como los acreedores se comportaron de una manera extremadamente optimista en relación al futuro. Los compradores ignoraron la posibilidad de que tal vez no fueran capaces de mantenerse al día con los pagos porque asumieron que los valores de las viviendas subirían y ellos conseguirían venderlas o refinanciarlas.
En este sentido, una vez traumatizada la persona, toda promesa especialmente política le parece peligrosa e indigna o de poca o nula confianza y, como para creer es preciso confiar, es la propia víctima la que tiene que decidir en qué momento podrá confiar de nuevo y eso lleva tiempo. Por tanto, lejos de pensar que la crisis actual es solo de confianza hay que pensar que es más de responsabilidad y, por ello, hoy en día, las personas se sienten mejor ahorrando que gastando.
En cualquier caso, lo cierto es que no que no estamos al final del túnel pero, tampoco creo que sea el apocalipsis y aunque el perfil de la economía española, que cayó en picado desde finales del año pasado como en el resto de países industrializados, sigue en caída y estancamiento, pero algún día vendrá el rebote, lo que acostumbra a suceder en las recesiones más comunes, como la de 1993, sobre todo si se acometen las reformas estructurales necesarias, aunque la clave para la salida de la crisis está en la empresa y en el trabajo.
Porque esto se arregla trabajando. Eso sí, todos. Con políticas activas para construir un nuevo modelo centrándose en sectores estratégicos y de creación de valor o riqueza y con futuro como el turismo, la formación y el conocimiento, una nueva economía productiva y, especialmente, con una apuesta por la innovación y la internacionalización.
Todo ello, para salir de esa crisis económica actual a la que los psicólogos, por su parte, suelen definir recurriendo a términos diferentes como: esperanza, avaricia y miedo.
En este sentido, en un reciente congreso titulado “Crisis de confianza: la recesión y la economía del miedo”, la conclusión unánime del panel fue que hay factores psicológicos que actúan detrás de la crisis, aunque cada uno de esos factores dé prioridad a un elemento diferente: codicia y exceso de optimismo tras de la burbuja inmobiliaria, ausencia de autocontrol por parte de los consumidores asfixiados en deudas, sentimiento de conmoción y traición por parte de los ciudadanos que pensaban estar haciendo inversiones seguras, pero que se ven ahora frente a un futuro amenazador e incierto, etcétera.
Por todo ello, es que los grandes cambios que se han de dar y se dan en historia de la humanidad aparecen siempre como novedad, que significa algo nuevo que reemplaza a lo viejo y que termina por beneficiarnos, porque no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista.
Las inseguridades generadas por la crisis demandan nuevas seguridades, crisis que sólo se podrá superar cuando la sociedad pueda retomar el control de sí misma. Pero, para liderar en un entorno de crisis será necesario facilitar y crear un unas nuevas bases que hagan posible que los elementos dentro de la organización y del sistema interactúen y se creen nuevas formas de realidad y seguridad.
Porque conocer y entender las tendencias en el mundo y en el sector en el que la empresa se desenvuelve permite estar un paso adelante ante la crisis. Hay que tener preocupación por el mañana con mayor fuerza que sólo pensar en el aquí y ahora.
La realidad es que la crisis económica es igual a disminución de producción, a la paralización de la actividad y la no generación de riqueza industrial y social, porque el turismo disminuye, el consumo se reduce, la construcción se paraliza, la morosidad aumenta, las entidades bancarias se cargan de activos inmobiliarios y, finalmente, con todo ello, el desempleo se incrementa brutalmente y, además, existe el riesgo de incremento de la delincuencia.
La crisis de la seguridad
Pues sí, como no podía ser de otra forma, el sector de la seguridad también está en crisis y el que opine lo contrario que lo diga o calle para siempre.
Es cierto que la seguridad privada es una de las actividades de servicios que no se ha visto afectada igual que otras inicialmente por diversas razones pero, de ahí a que no esté en crisis hay mucha diferencia.
Así, el mercado de seguridad privada que cerró el ejercicio 2008 con un crecimiento del 8,4 por ciento, hasta situarse en 4.365 millones de euros, prevé un descenso del 4,5 por ciento en la contratación para este año 2009 debido al gran decrecimiento de la construcción, el recorte de la inversión empresarial y la disminución del consumo, según el estudio “Compañías de Seguridad” elaborado por la consultora DBK.
El sector, ya experimentó una disminución de 4 puntos con respecto al año 2007. Las previsiones para 2009, según el estudio de DBK, establecido por segmentos, establece que el de sistemas será el único que registre una variación positiva que podrá cifrarse alrededor del 2 por ciento, sustentado en la ampliación y especialización de los servicios y el desarrollo de ofertas integrales, en detrimento de la cuota de mercado del segmento de vigilancia.
El resto de los segmentos experimentarán un cambio de tendencia, destacando, según DBK, el descenso de en torno al 12por ciento previsto para la actividad de las Centrales Receptoras de Alarmas, sobre el que está repercutiendo, especialmente, la contracción de la construcción. En esta apreciación hay que tener en cuenta que mejorará la previsión el incremento de los servicios de video vigilancia que mantiene un ritmo de aceptación y crecimiento muy positivo.
En cualquier caso, y sobre todo, hay que tener en cuenta que sobre los efectos que puede tener la crisis económica en la inversión y el gasto de seguridad privada también tiene sus aspectos positivos y negativos.
Como positivo hay que decir que como toda crisis genera oportunidades, este sector dará un nuevo avance en su profesionalización, eficacia y calidad, en general, e irreversiblemente, dará un nuevo paso en esa necesaria proactividad, en esas necesarias nuevas respuestas ante los nuevos retos y las nuevas demandas de seguridad.
Como negativo es que en España tenemos un sector empresarial débil, muy pasivo y con escasa imaginación, falto de movimiento innovador y, en general, carente de planes de internacionalización.
Finalmente, aunque todas las informaciones y la desconfianza política inviten a la paralización, a la espera para ver qué ocurre, siempre es mejor caminar hacia adelante, buscar las oportunidades para no sucumbir ante la crisis que arrecia duramente, también en el sector de la seguridad privada.
Las oportunidades se vislumbran con cierta claridad pero requieren de un análisis riguroso de la situación, mucha imaginación y, sobre todo, decisión, aunque siga habiendo desconfianza e incertidumbre.
La crisis económico-social-financiera y la crisis de la seguridad, se arreglan trabajando todos liderados por verdaderos empresarios y profesionales comprometidos.