Muy pocos acontecimientos, sólo algunos esporádicamente recordables, tienen la cualidad de generar la ilusión universal y la sensación de que el mundo se detiene, que nada más que eso que está ocurriendo verdaderamente ocurre, que todo se somete a los tiempos que imponen esos acontecimientos, que todo lo demás debe amoldarse, que nada más importa demasiado, y hasta que la agenda más importante tiene un espacio en forma de balón de fútbol. Y, sin duda, gana fuerza y se vuelve real el mundo de una sola dimensión, globalizado, singular y sin marcadas pluralidades, con apenas variaciones de lo mismo. Un sueño por un mes, en el que la vida sigue y las tristes realidades, también. Un mes para el Mundial que se convierte en una locura planetaria.
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