Hace pocos días, a eso de las 9 horas a.m. un correo electrónico inundaba los servidores de la Universidad Politécnica de Virginia, una universidad privada ubicada en el pueblo de Blacksburg en el este de Estados Unidos. Se había desencadenado un desastre. A través de la intranet y de los servicios de megafonía de la universidad se dijo a los estudiantes que se mantuvieran en calma y que se alejaran de las ventanas.
Pero realmente todo se convirtió rápidamente en un caos. La policía mantuvo durante largo tiempo una situación tensa y desinformada que terminó en desastre: una masacre con 33 muertos.
Poco después, los estudiantes manifestaron su disconformidad por la manera como fueron tratados por los policías. «Cuando entraron a nuestro salón de clases los policías nos dijeron que pusiéramos las manos detrás de la cabeza y que si no cooperábamos, dispararían», declaró a la CNN un estudiante.
En el primer tiroteo murieron un hombre y una mujer, en el segundo, al que la policía acudió inmediatamente, murieron 31 personas, incluido el agresor.
Ahora se dice que el autor de la matanza de Virginia, Cho Seung-Hui, estudiante surcoreano, eludió los controles para la venta de armas. Lo cierto es que en 2005 fue declarado «enfermo mental» por un tribunal y sorprendentemente eludió los controles para la compra de las armas de fuego.
Cho no tenía antecedentes penales pese a que había acosado a dos de sus compañeras de estudios. Pero sí tenía problemas mentales graves por los que fue enviado a un hospital psiquiátrico para una evaluación médica en diciembre de 2005. Así que Cho, que podría tener trastornos de la personalidad, tendencias suicidas, incluso sus redacciones macabras no era una gran novedad en los Estados Unidos.
La novedad es que, según la cadena ABC, un tribunal de Virginia ordenó a la policía universitaria que detuviera a Cho tras declararlo «enfermo mental» y «peligro inminente» para la seguridad pública, situación que habría impedido la matanza de 32 personas en la Universidad Politécnica, porque las leyes estatales de Virginia permiten que un juez ordene un arresto si comprueba que una persona tiene problemas mentales y requiere hospitalización.
Obviamente, la situación ha sido y es muy grave y la responsabilidad, también. El presidente George W. Bush lamentó la matanza y dijo que el tiroteo ocurrido en la Universidad afecta a todos los estudiantes de la nación. «Las escuelas deben ser lugares de seguridad, refugio y aprendizaje», dijo Bush. Y añadió, «Cuando este santuario es violado, el impacto se resiente en todas las aulas y comunidades estadounidenses». Y ahí quedó la historia.
Entre esos interrogantes de esta masacre figura el de si Cho estaba o no en las listas de personas que no podían comprar armas y si las autoridades federales fueron alertadas sobre sus problemas mentales porque para llevar a cabo la matanza, Cho compró sin inconvenientes un arma a través de Internet y otra en una armería, cinco semanas antes del incidente, su segunda pistola, una Glock 15 y 5 cargadores lo que al vendedor le pareció normal.
Por su parte, la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) recordó que el sistema de control es a través del llamado «Sistema Nacional Instantáneo para la Revisión de Antecedentes Criminales» (NICS, en inglés), creado por una ley federal de 1993 en aras de la seguridad nacional. Sistema, que es una especie de «lista negra», al que recurren los vendedores de armas para verificar los antecedentes de quienes desean comprar armas de fuego o explosivos.
El NICS incorpora un banco de datos provenientes de diversas agencias federales e identifica a personas condenadas por drogadicción, que hayan renunciado a la ciudadanía estadounidense, hayan sido dadas de baja militar por motivos deshonrosos, o hayan sido internadas en instituciones psiquiátricas.
El sistema, que incluye seis categorías dos de las cuales tienen que ver con problemas mentales, también comprueba los archivos nacionales en busca de fugitivos de la justicia, personas deportadas o condenadas por delitos.
En cualquier caso, no hay que olvidar que, fuera de los arsenales de Fuerzas Armadas y Policías, en EE.UU. hay 300 millones de armas para otros tantos ciudadanos. Más de 5.000 niños mueren al año por accidentes fortuitos con armas y más de 15.000 suicidios ocurren también con ellas.
Soluciones planteadas: como las armas son intocables, pues más arcos detectores por doquier en las escuelas y universidades y mas vigilancia por las aulas. Más de lo mismo.
Finalmente, no hay que engañarse. Las claves están en el fácil acceso a las armas de fuego de gran potencia y la creciente seducción –real, virtual y de ficción– de la cultura de la violencia de estas sociedades modernas de ciudadanos desarraigados, inseguros y con poca resistencia ante la frustración, para quienes una humillación actúa como detonante y toman las armas, con toda seguridad, para morir matando.
No obstante, es sabido que el perfil de las personas que cometen asesinatos indiscriminados raramente explica la causa de la tragedia. Seguramente Cho Seung era un estudiante retraído o solitario, pero como millones de jóvenes del mundo.
Pero, ¿cuál ha sido el fallo mayor? La psicología desviada y no tratada o la falta de rigor en el control de armas.
Lo cierto es que la tenencia y disfrute de las armas es un tema a debate de ayer, hoy y mañana. Sólo cambia el momento y record de víctimas obtenido, porque está asumido que hay y habrá víctimas por esta causa.
Pero, no deja de sorprender que los norteamericanos, para luchar contra el terrorismo interno y externo, estén disponiendo de todos los medios, incluso el recorte de libertades, en cambio para el control y venta de armas, no.
Algunos, para intentar endurecer la ley se acogen a una enmienda constitucional del siglo XVIII pero, lo cierto es que, con toda probabilidad, no tomarán medidas más rigurosas porque la tenencia de armas es un derecho que otorga la Segunda Enmienda para la defensa personal y porque ¿algún político sería capaz de enfrentarse a la poderosa Asociación Nacional del Rifle?, pues tampoco.
El adiós a las armas no es imposible claramente porque, incluso, los norteamericanos perderían parte de su indumentaria: la pistola al cinto, por si hay que “morir matando”.