Crónica de una fuga anunciada (II): El Chapo” Guzmán, tocata y fuga de las cárceles de máxima seguridad


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Continuación de la primera parte de esta crónica de una fuga anunciada del capo del Cártel de Sinaloa Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, que fue detenido la última vez la noche del 22 de febrero de 2014 en un hotel de Mazatlán en Sinaloa por elementos de la Secretaría de Marina y se ha vuelto a fugar el pasado 11 de julio de la cárcel de máxima seguridad del Altiplano en México.

Manuel Sánchez Gómez-Merelo
Consultor Internacional de Seguridad
Ex-Coordinador de Seguridad
en Instituciones Penitenciarias del Ministerio de Justicia en España

Una crónica de una fuga anunciada que es como un libro abierto pues, a sólo un mes de su detención, Joaquín “El Chapo” Guzmán ya intentó fugarse por primera vez del penal de máxima seguridad del Altiplano, según documentos de la agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA).

Estos documentos muestran que en marzo de 2014, agentes en Los Ángeles informaron de una posible operación de fuga financiada por una organización del narcotráfico que opera bajo los auspicios del Cártel de Sinaloa, encabezado por “El Chapo” Guzmán, y que incluía el uso de amenazas o sobornos a funcionarios de prisiones.

Igualmente, en julio de ese año, la misma investigación reveló que el hijo de Guzmán había enviado un equipo de abogados y personal de contrainteligencia militar para diseñar un plan de fuga.

En cualquier caso, lo cierto es que durante 12 meses, la organización de “El Chapo” Guzmán, planeó estratégicamente su fuga.

En este sentido, hay que tener en cuenta que todavía hay muchos aspectos sin aclarar sobre esta fuga. Uno de los asuntos más graves es de por qué se le ha mantenido todo el tiempo en la misma celda, pues aunque en lo general hay información gubernamental que justifica, pero que no explica las razones, es cierto que hay un protocolo que, para este tipo de internos, sugiere cambiarlos periódicamente de celdas e incluso de centro penitenciario.

La última fuga de “El Chapo” Guzmán

A la pequeña celda, fría e inhóspita en la que ha estado estos largos meses “El Chapo” Guzmán, se ingresa tras una puerta metálica y después de atravesar una segunda reja. En ella hay una cámara de seguridad que está en el ángulo superior izquierdo de la celda. Debajo, una cama con un colchón pequeño. Frente a ella una banqueta, una reducida mesa, un estante y tres ganchos de colores en lo alto de esa pared.

Una ventana rectangular deja entrar unos pocos rayos de sol y un foco rectangular en una de las paredes ofrece una luz enrejada y tenue.

Junto a la cama, un lavabo, luego una letrina y pegado a ella, la ducha, zonas donde no llegaba la cámara de vigilancia pues dos muros de unos 120 centímetros de alto protegían la intimidad de “El Chapo” Guzmán.

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La justificación del punto de no visión de la cámara de vigilancia, es que “Por razones de derechos humanos y respeto a la intimidad, la videovigilancia tenía dos puntos ciegos. Logró fugarse a partir de una estrategia que pudiera evadir todos los sistemas internos de seguridad diseñados conforme a estándares internacionales”, según ha explicado la Secretaría de Gobierno.

Pero si hablamos del plan de fuga, el primer paso fue edificar la caseta que les serviría de punto de arranque del operativo. Parece que hace aproximadamente un año, según los testimonios publicados, empezaron a trabajar en el descampado de la colonia de Santa Juanita, en el municipio de Almoloya de Juárez, frente a la prisión, previa compra del terreno.

MX - carcel ALTIPLANO 2Se construyó una edificación simple y de aspecto siempre inacabado. Dos habitaciones y una bodega subterránea de 110 metros cuadrados la conforman. Desde la bodega arranca un pozo hacía el túnel de más de 1.500 metros. Durante la construcción, los ingenieros del cártel de Sinaloa, desviaron dos veces su trazado para evitar zonas sensibles o de sensores de la cárcel. En el tramo final, hicieron desde el túnel un pozo vertical de más de 10 metros y lo situaron con total precisión debajo de la ducha de la celda de “El Chapo” Guzmán.

La organización de “El Chapo” Guzmán, con una división de ingeniería propia, obtuvo planos de detalles de la prisión y abrieron un túnel que desembocó milimétricamente con una escalerilla en la propia ducha del preso número 3.578. Para la obra tuvieron que remover, según cálculos de ingenieros, unas 3.250 toneladas de tierra. Una cantidad suficiente para llenar más de 350 camiones.

Al describir cómo es la bodega a la que está conectado el túnel, por el que, dicen las autoridades, escapó “El Chapo” Guzmán. La titular de la PGR (Procuraduría General de la República), Arely Gómez, señaló que: “Es una bodega sencilla, desocupada, donde nada más se ve la salida del túnel que se abrió que viene de allá… de donde nosotros ahorita venimos, del Altiplano, de la celda, hacia acá”. La funcionaria federal fue acompañada en el recorrido por el Comisionado Nacional de Seguridad, Monte Alejandro Rubido, recientemente destituido.

Por su parte, los vecinos aseguran que era poco el movimiento en la colina, sin embargo, otros señalan que había semanas que camiones  y diversas personas llegaban a la bodega, la cual continuaba en obra inacabada y se encuentra en medio de tres vecinos visibles, quienes están a una distancia de 500 a 700 metros. Las autoridades federales tienen como hipótesis que el cártel de Sinaloa amenazó a las tres familias de la Colonia Santa Juanita y a los pobladores de Santa Juana, lugar que está a un costado del camino por el que llegaban los trabajadores.

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En la realización del túnel participaron pocos obreros. No más de cuatro, según los vecinos. A un ritmo de diez horas diarias y trabajaron posiblemente casi todo un año, y no cabe duda que sabían lo que hacían. El túnel y galerías estaban bien aseguradas, disponían de iluminación y se ventilaban por sistema de conductos plásticos de pvc. Para sacar la tierra emplearon una banda mecánica y un sistema de arrastre mediante una moto. Una vez fuera, la almacenaban en la bodega, y desde ahí, frente a los funcionarios de vigilancia de la cárcel, se la llevaron en camiones en decenas de miles de sacos.

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Todo ello ocurrió frente a la cárcel hasta que llegó la noche del sábado 11 de julio donde, según las primeras reconstrucciones policiales indican que a las 20:52 horas, en el Sistema Permanente de Vídeo vigilancia del Penal Federal del Altiplano, se observó que el líder del cártel de Sinaloa entró en la zona de ducha, sin videovigilancia, y ahí no tuvo más que levantar un último trozo e introducirse y alcanzar las escaleras que le condujeron al túnel.

Según las autoridades, «el Chapo» Guzmán tardó apenas 12 segundos en salir de su celda y otros tres minutos en recorrer los 1.500 metros del túnel, pero reconocieron que pasaron 30 minutos antes de que se diera la alarma sobre su fuga. A la salida, dejó su ropa de presidiario y, como atestiguan las cajas halladas en la caseta, la cambió por ropa nueva, según un comunicado de la Comisión Nacional de Seguridad (CNS) mexicana. “El Chapo” Guzmán, volvía a ser libre.

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Lo cierto y como resumen, es que tras un año y cuatro meses de reclusión, Joaquín “El Chapo” Guzmán, escapó del penal de máxima seguridad del Altiplano a través de un túnel la noche del sábado 11 de julio y esta es la segunda fuga del líder del cártel de Sinaloa. La primera ocurrió en el año 2001, cuando se fugó del penal de Puente Grande, con la complicidad de funcionarios y no fue recapturado hasta febrero de 2014.

Esta ha sido toda una obra de ingeniería. No es un túnel de huída hecho con una cuchara. Han dispuesto de todos los medios con total impunidad.

Más de un millón de dólares fueron invertidos en el plan, según la investigación de The New York Times.

“El Chapo” Guzmán estaba encerrado 23 horas al día y podía ver a su familia una vez al mes luego de que fueran desnudados para las exhaustivas requisas, y mientras sus hombres sacaban toneladas de tierra y sus abogados estaban en las oficinas de fiscales y jueces presionando para impedir su extradición a Estados Unidos.

Para mayor escarnio, el Secretario de Gobernación explicó que desde hace año y medio había un operativo de vigilancia del Ejército mexicano y de la Policía Federal en las afueras de la cárcel del Altiplano.

La cárcel de máxima seguridad del Altiplano

Si hablamos de la cárcel del Altiplano, el Centro Federal de Readaptación Social (CEFERESO) Número 1, es considerado como uno de los complejos más estables y seguros de México. De hecho obtuvo una calificación de 8.64, la mayor del país, de acuerdo con el último informe sobre centros penitenciarios de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).

El centro penitenciario del Altiplano, ubicado en Almoloya de Juárez, Estado de México, fue el primero que se construyó bajo el concepto de “máxima seguridad” entre los años de 1988 y 1990, bajo la administración del presidente Carlos Salinas de Gortari.

La hasta ahora inexpugnable cárcel cuenta con un sistema de videovigilancia y sensores de movimiento internos y externos.

Tiene capacidad para recluir a 724 internos (actualmente tiene más de 1.100 personas) y ocupa una extensión aproximada de 260 mil metros cuadrados, de los cuales 27.900 son las instalaciones de la prisión. El resto se utiliza como área de seguridad y para instalaciones diversas.

También resulta que la cárcel del Altiplano es una réplica virtual de la de Puente Grande, cárcel de máxima seguridad de donde se fugó la primera vez “El Chapo” Guzmán.

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Según declaraciones de Osorio Chong, Secretario de Gobernación, el Centro Penitenciario del Altiplano “opera bajo estricto cumplimiento de los protocolos de seguridad y estándares internacionales requeridos en penales de máxima seguridad”. El funcionario federal ha asegurado que este penal está certificado por la Asociación de Correccionales de América (ACA), la misma que certifica los centros penitenciarios de Estados Unidos, Canadá y otros países.

Esta cárcel, según Osorio Chong, cuenta con más de 750 cámaras de videovigilancia y monitoreo permanente, puntos de revisión y módulos de aislamiento para internos de alta peligrosidad, muros y vallas perimetrales, esclusas peatonales y para vehículos, torres de vigilancia y 26 filtros entre puertas y controles desde esclusas y, en casi todos hay que enseñar la identificación a un funcionario. En varias, ese proceso incluye mirar a una cámara y colocar la credencial de identificación.

No obstante, las autoridades del penal reconocieron ante el Ministerio Público Federal que los equipos sensores de movimiento perimetrales de esta cárcel de máxima seguridad estuvieron desconectados durante semanas a causa de las obras que la Comisión Nacional del Agua (Conagua) realizaba a un costado de esas instalaciones penitenciarias.

Además, aunque según la CNDH es el penal mejor evaluado, poco tiempo antes de la fuga de “El Chapo” Guzmán, se detectó una posible vulnerabilidad con una mujer que, con documentos falsos, logró ingresar a verle.

La primera fuga de “El Chapo” Guzmán

El 19 de enero de 2001 “El Chapo” Guzmán, se escapó de la cárcel de máxima seguridad de Puente Grande en Jalisco, en los que muchos expertos definen como la fuga perfecta y, otros, la huída más espectacular.

Según el libro “Los malditos. Crónica negra desde Puente Grande” de Jesús Lemus, autor y reo,  “El día de la fuga todo estaba tranquilo y el Chapo realizó muchas llamadas desde el patio con sus teléfonos, además de que se lo dejaba a otros para que llamaran. Había mandado traer pintura y brochas para pintar las canchas del patio y, en un momento, dijo que se iba a su celda, se llevó solo un teléfono de los tres que tenía y como era viernes todos pensaron que se iba a quedar todo el día con su novia y no bajaría a comer”.

Y de repente, según el libro de Lemus, esa noche llegó de México una revisión policial para buscar armas y drogas, de la que “El Chapo” Guzmán ya había avisado a sus compañeros y estos no se sorprendieron, dándoles tiempo a retirar las “cosas” que tuvieran en sus celdas.

Se dice que, entre ropa sucia y con la ayuda de un funcionario de la cárcel, el narcotraficante mexicano cruzó seis controles internos de seguridad hasta quedar libre.

La versión oficial publica que se fugó cubierto de sábanas y toallas en el mismo vehículo de recogida de ropa para la lavandería y después se supo que, en todo caso, tenía ya sobornado a la casi totalidad de los guardias del presidio que le permitía tener una vida entre rejas con muchos privilegios. Como consecuencia, 15 funcionarios fueron arrestados. Pero, para muchos, aceptar la versión oficial que dieron las autoridades mexicanas, de que “El Chapo” Guzmán se escapó de la cárcel en un carrito de lavandería, sonaba poco creíble.

No obstante, la periodista Anabel Hernández, en su libro «Los señores del narco», desecha la teoría de una posible fuga en un carrito de lavandería y afirma que la salida de “El Chapo” Guzmán estuvo planeada por el capo y varios funcionarios públicos. Asegura que escapó un día antes de lo referido oficialmente, en un operativo hecho por la policía dentro del penal, así cuando los uniformados entraron, “El Chapo” Guzmán se puso el uniforme de policía que previamente le habían entregado y salió con todo el convoy por la puerta del penal, afirma.

Nadie se enteró de la fuga hasta el día siguiente, que llegaron guardias nuevos y empezaron a interrogar a los internos. “El Chapo” Guzmán había salido por la puerta principal vestido de policía (de la revisión) y no como dijo el Gobierno en el vehículo de la lavandería.  Luego se encontró su vestuario en la enfermería. Obviamente, todo se hizo en connivencia con funcionarios y policías.

Luego de la fuga de película, la PGR (Procuraduría General de la República) acusó a 62 personas, entre funcionarios, guardas y presos del penal.

La “controlada” cárcel Puente Grande

Con la llegada de “El Chapo” Guzmán, la máxima seguridad de Puente Grande quedó sólo en el papel. El capo tejió una red de complicidades que terminó enredando a guardias y autoridades penitenciarias corruptas. Él y sus compinches lo controlaban todo en la cárcel. Tras las investigaciones se reveló que durante su permanencia en Puente Grande, “El Chapo” Guzmán podía tener mujeres en su dormitorio por varias semanas; se le enviaba el menú para que escogiera o mandaba llamar al responsable de la cocina para indicarle cual debía ser la comida; se le dotaba de bebidas alcohólicas y viagra y contaba con aparatos eléctricos y teléfonos.

Según Lemus, al capitán de la compañía recién llegó le advirtió: “esta cárcel es mía y aquí las reglas las pongo yo”. Todo funcionaba bien y a cada uno de los funcionarios (oficiales, enfermeras, profesores, cocineras, etc. que encargaba un recado le daba 5.000 pesos por el servicio.

Así “El Chapo” Guzmán ordenaba y todos obedecían. También lo visitaban y atendían a él y a otros internos sus propios médicos traídos de fuera del recinto. Siempre estaba preguntando qué podían necesitar y conseguía y pagaba a los compañeros televisores, medicinas, gafas graduadas, libros, zapatos, etc. Era la mera autoridad en la cárcel, los funcionarios revoloteaban alrededor para recibir encargos y hasta el director se le cuadraba. No solo se le consultaba hasta el menú para hacer cada día, incluso algunos días encargaba la comida fuera de la cárcel y lo pagaba para todos. En estos casos, también contrataba un conjunto musical y tomaban licores. Incluso ayudaba a tener visitas íntimas a los presos más abandonados, que él también pagaba.

Según las investigaciones de la PGR, en el penal de Puente Grande pudo corromper a decenas de guardias y funcionarios para pagar sus penas prácticamente como si no estuviera preso.

Finalmente, después de que escapara de la cárcel, una de las más seguras de México, todo cambió y volvieron los tratos inhumanos y se suspendieron actividades y prebendas que pagaba “El Chapo” Guzmán, que era una mina de oro para todos los que trabajaban y estaban encerrados en esta cárcel.

Las cárceles de México y el caos

Según documentos oficiales, en mayo de este año, en México había 256.484 presos distribuidos en 387 centros penitenciarios, donde el 95 por ciento son hombres y 5 por ciento mujeres. Estos datos de la Secretaria de Gobernación, confirman que hay sobrepoblación en 210 cárceles.

En mayo de 2014 “Animal Político” publicó que, por lo menos en el primer año del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, la violencia en general en todos los centros penitenciarios del país (tanto federales como locales) había subido un 134 por ciento, así las riñas y las muertes son los hechos más comunes.

Por su parte, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) publicó en su informe de 2013 que existía un “deficiente control por parte de los servidores públicos dentro del Centro de Reinserción Social del Estado en relación a la seguridad y a las actividades que realizan los reclusos al interior, lo que da lugar a un autogobierno”. La administración estatal no ha logrado controlarlo.

El informe señala que en México el 65 por ciento de las cárceles padecen autogobierno y hay fugas, motines, venta de teléfonos y consumo de drogas, riñas y homicidios.

Lo cierto es que, según diversas fuentes, en las cárceles mexicanas se puede disponer de todo: mujeres, bandas de música, comida, celulares, televisiones, equipos de aire acondicionado, drogas, botellas de licor y niños que acompañan la condena de los mayores.  Todo se compra, todo se vende con el mayor cinismo e impunidad y a la vista de todos.  Los guardas o custodios no son tales, sino policías castigados con ese trabajo.

En su libro, Lemus coincide en que las prisiones de México son muy seguras, pero, dice “también son cárceles que se ablandan con centavos”.

Primeras respuestas a la fuga

Tras darse cuenta de que “El Chapo” Guzmán no se encontraba en su celda, se activó un operativo de búsqueda en las carreteras del Estado de México y en las entidades vecinas, además de que se cancelaron las operaciones en el aeropuerto de Toluca. Un funcionario federal explicó que desde ese 11 de julio se puso en marcha un operativo y el despliegue de elementos federales en puntos estratégicos, además de que se implementó “un intenso monitoreo de vehículos, carreteras, aeropuertos y puntos fronterizos de tránsito de personas y mercancías. Se reforzó vigilancia terrestre y aérea de la cárcel del Altiplano y municipios y entidades colindantes”.

Igualmente, México intenta blindarse para evitar una salida del país de “El Chapo” Guzmán y se suceden controles en carreteras y aeropuertos para intentar localizar al narco. INTERPOL tras emitir México la preceptiva alerta internacional en más de 100 países, le ha colocado de nuevo entre sus objetivos prioritarios en busca y captura.

Luego de conocer la información sobre la fuga de “El Chapo” Guzmán, el gobierno de Estados Unidos ofreció ayuda para tratar de volver a detenerlo, pues durante años encabezó la lista de los diez delincuentes más buscados. “El gobierno de Estados Unidos está listo para trabajar con nuestros socios mexicanos para proveer cualquier asistencia que pueda ayudar a respaldar su pronta recaptura”, señaló la Procuradora General estadounidense, Loretta Lynch. Igualmente, la DEA ha ofrecido hasta cinco millones de dólares por información para su captura.

Por su parte, el gobierno mexicano está en “estrecha comunicación” con Estados Unidos, Belice y Guatemala, países que ampliaron su vigilancia para monitorear el posible ingreso de “El Chapo” Guzmán a sus territorios.

Por otro lado, hasta el momento han declarado en la Fiscalía General más de 40 personas que trabajaban en la cárcel, cuya situación jurídica todavía debe determinarse, al igual que se ha interrogado a más de 20 internos recluidos en estancias próximas a la celda de «El Chapo» Guzmán y, entre ellos, al director de la cárcel Valentín Cárdenas.

Inicialmente, Ramón Eduardo Pequeño, jefe de la División de Inteligencia de la Policía Federal, fue separado de su cargo en instrucción por la fuga de Joaquín “El Chapo” Guzmán del penal del Altiplano. Este funcionario era el responsable de los sistemas de videovigilancia a través de “Plataforma México” en la que se encuentran conectados a los Centros Penitenciarios de máxima seguridad. Igualmente, un juez federal ha declarado formalmente culpables a otros cuatro funcionarios de prisiones por contribuir a que se fugara de prisión el líder del cártel de Sinaloa. Los cuatro trabajadores de la prisión están acusados de «evasión de presos», al entender que los servidores públicos “no atendieron los protocolos de seguridad y no activaron el código rojo”, pese a que todos los sistemas de audio y vídeo funcionaban correctamente, tal y como ha informado el diario mexicano ‘Excelsior’. De esta forma, ya son ocho los funcionarios detenidos.

Más recientemente, el Presidente Peña Nieto, ha nombrado a Renato Sales Heredia como nuevo Comisionado Nacional de Seguridad en sustitución de Monte Alejandro Rubido, quien estuvo al frente del organismo encargado de las prisiones federales hasta la fuga «El Chapo» Guzmán.

Algunas conclusiones

La segunda fuga de “El Chapo” Guzmán destapa de nuevo la trama de traición, corrupción y complicidades sobre la que se asienta parte del Estado profundo mexicano. Nada será igual que antes de las fugas, de la burla de su huida que hunde a México aún más en la frustración y el desaliento. La fuga por sí misma es imperdonable (palabras del mismísimo presidente Peña Nieto) y así es: imperdonable por toda clase de complicidades y mucho dinero que, sin duda, ha habido de por medio.

“Esta fuga refleja en parte la poca prioridad que ha dado este Gobierno al tema de la seguridad”, según declaraciones del exdirector de Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional (CISEN), Guillermo Valdés.

Lo cierto es que en muchos centros penitenciarios hay varios reclusos que necesitarán ser mantenidos en condiciones de máxima seguridad y para la Administración de estas prisiones representa un desafío importante y donde tienen que lograr un equilibrio entre la amenaza que dichos reclusos representan para los ciudadanos si escapasen, la amenaza que pueden plantear para el orden interno de las prisiones y la obligación que el Estado tiene de tratar a todos los prisioneros de manera correspondiente a la ley.

En cualquier caso, quizá lo más fuerte de esta repetición de fuga es todo lo que permitió aparentemente hacer ese túnel sin que “nadie se diera cuenta” lo que supone un duro golpe para el presidente Peña Nieto y su gobierno, un problema grave más que resolver, y otro golpe de ridículo a la imagen de México en el mundo.

Elena Azaola, investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, con más de 30 años de experiencia en estudios relacionados con cárceles, criminalidad y la violencia en México, dice que “aunque se sepa qué cárceles están coaccionadas por el crimen organizado, no se hace nada, por falta de voluntad política de las autoridades de los Estados”, y argumenta que son los Estados los que tienen en sus manos la responsabilidad de esas prisiones y sus internos.

Es evidente que con esta situación no puede ganarse una guerra como la emprendida en las cárceles por Calderón -y continuada por Peña Nieto- y que requiere de una estrategia alternativa, empezando por combatir la corrupción a todos los niveles, algo que la clase política de todos los partidos no parecen dispuestos a acometer.

El presidente Peña Nieto debe asumir las responsabilidades y actuar en consecuencia ante una población que está cansada del debilitamiento progresivo del Estado y de su autoridad, que se traduce en una gran ola delictiva, en la desaparición de jóvenes, en la criminalidad que cobra cada día muertos y heridos e incluso, en la propia autogestión delincuencial de las cárceles.

La fuga de “El Chapo” Guzmán ya tiene y tendrá una repercusión negativa internacional de proporciones aún insospechadas.

Esta segunda fuga de un penal de máxima seguridad consolidará la inmortalidad en la historia criminal de América Latina de “El Chapo” Guzmán que, para muchos pobladores de esa zona montañosa que viven de su generosidad es un héroe, aunque para otros muchos otros mexicanos, es simplemente un calculador y frío criminal.

Próximo capítulo:
Crónica de una fuga anunciada (III)
Las cárceles de México y las fugas de máxima seguridad.

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