Las hijas del miedo y las “hadas de las seguridades”


CUENTOS DE VERANO... también de seguridad, por Manuel Sánchez Gómez-Merelo

Las hijas del miedo y las “hadas de las seguridades”

Érase una vez que, por algunos países lejanos -y por este también-, tres palabras
parecían tener el protagonismo en todo lo que iba aconteciendo en los últimos meses: Incertidumbre, Inseguridad y Pesimismo, tres hijas feas,
incubadas en las probetas del impacto y consecuencias de la COVID-19, y alimentadas con las medidas políticas, económicas y sociales que, desde los gobiernos, se tomaban o dejaban de tomar de manera bastante improvisada.

Todo el mundo tenía algo que decir acerca del uso, bueno o malo, de la  infraestructura sanitaria; la evolución o involución de la economía; el mayor o menor acierto en el confinamiento y distanciamiento social; la conveniencia o no de las medidas de protección y, hasta de nuestro presente y futuro productivo y laboral, opinaban incluso los menos versados chavalillos, lo que engordaba a las feas hermanas, que se divertían asomando su sombría faz en cuantas redes, tertulias de vecindad, balconadas y caceroladas se convocaban.

Si mala estaba siendo la Incertidumbre, el Pesimismo y la Inconsciencia, la miaja de sorna y el mucho buen humor con los que los habitantes de este reino solemos transitar el resbaladizo camino de salida de cualquier laberinto, eran por el momento el
único bálsamo al que recurrir.

Las Seguridades, al rescate…

Tan preocupado estaba el anciano rey que, cogiendo el portante, el portátil y el abultado portafolios, marchó a puerto franco, dejando en manos de su vástago el análisis y abordaje de tan arduos problemas sobrevenidos.

En el antes, durante y después de esta crisis, como en cualquier otra de tamañas dimensiones, hay que recordar el importante papel que siempre han tenido, tienen y tendrán las hadas. Las hay rapidillas, de respuesta ágil e intervención inmediata frente al mal;
también abundan las prudentes y discretas, casi invisibles pero activas protectoras, así como, las analíticas promotoras, fertilizantes de un substrato permanente de estabilidad y bienestar, que no vemos ni acertamos a atribuirles, pero del que todos nos nutrimos… Nos hacen falta.

Así pues, sin recursos alternativos para atraer caballeros salvapatrias que sirvieran de antídotos válidos para el síndrome que nos aquejaba, el momento de llamar a Las Hadas de las Seguridades había llegado. Había que atraerlas o reinventarlas, pero, de
cualquier manera, conseguir desplegar ese marco protector que siempre está al quite de cuantas vulnerabilidades y amenazas emergentes nos  acosen.

Los gobernantes convocaron presidentes, federaciones y sabios y, con aquelarres y galletitas de jengibre, lograron atraer a la reunión a nuestras hadas, las Seguridades, a las que explicaron brevemente el conflicto. Sin casi dejarles hablar, tomaron la palabra
para decir cuatro cosas:

La primera: “que no estaban allí para ser usadas como instrumento cosmético que justificara los intereses políticos de nadie”; la segunda: que, “si se quería que trataran de erradicar a las tres monstruosas hijas del miedo, tendrían que darles medios”; la tercera:
“que no creían que, divididas, sirvieran para mucho, por lo que debían actuar al unísono y sin protagonismos”, y la cuarta: “que su única reverencia sería siempre y exclusivamente hacia el Bien Común”.

Cogidos por sorpresa, los allí presentes, gente de toda condición y filiación, se habían quedado anonadados por tan incontestable discurso, y sólo pudieron romper en un aplauso que, ya por sí mismo, parecía ahuyentar por un momento el recuerdo de los miedos, confrontaciones y torpezas que por allí solían pulular.

“Planteemos un ERTE del Sentido Común, elemento que nos hace pensar demasiado y actuar despacio… y a la gente le asusta. Así, cuando vuelvan las cosas a estar mejor, le readmitimos, y algo habremos ahorrado”, dijo el hada más pequeña.

“Imposible”, contestó la mediana “el Sentido Común no es prescindible ni por un minuto, por más costoso que sea su buen juicio y más que aburra a los jóvenes”. El hada más mayor y serena se levantó para intervenir y se adueñó de la sala un expectante silencio:

“Nada provisional nos debemos consentir”. “Fijaos en que la Inseguridad, la Incertidumbre y el Pesimismo son enemigos viscosos y carroñeros; son capaces de colarse por las grietas de los argumentos y por las rendijas del alma, y, ni que decir tiene que, nosotras “Las Seguridades” podemos luchar contra incendios, catástrofes o amenazas con eficiencia, pero no tenemos enemigo mayor que las percepciones ubicuas y conspicuas de la gente, prestigiadas por la sensación general de que es más listo el que más teme”.

“Por cuanto antecede, y conociendo que sólo la luz vence a la oscuridad, yo propongo un Plan 7S”…

Contagiados ya de entusiasmo mutuo, en las gradas volvieron a sonar los vítores de unos y otros (deseosos también de quitarse las mascarillas, dejar de pensar y salir de allí).

Sólo se oyó un lejano “¿Y qué es eso?” procedente de alguien del gallinero que, sin miedo a parecer menos listo y no siendo usuario del hábito de contemporizar, se atrevía a hacer patente su desconcierto.

El Hada Chiquita contestó enseguida: “Pues, lo que siempre se ve que falta en la conducta de otros y nunca se aborda en la nuestra… Je, jé” (esta sí que no tenía miedo al “qué dirán”).

Y siguió la mediana…“Os proponemos abordar el destierro de la Incertidumbre, la Inseguridad y el Pesimismo actuando, en todo caso y lugar, con un enfoque: 7SSaludable, Sencillo, Suficiente, Sistemático, Sostenible, Social y Seguro”.

Ya estaba. Parecía terminado el discurso y la sesión, pero, sabiendo que no eran fáciles de interpretar esos epígrafes tan viciados, la mayor y más docta, pasó a aclarar que el abordaje habría de ser práctico y omniabarcante, con soluciones:

1.Saludables

Que sirvan para proteger la salud y prevenir posibles rebrotes, garantizando los medios para la atención y tratamiento de las personas.

2.Sencillas

Que no ofrezcan dificultades para su implementación ni su aplicación general y particular, y no contengan artificios o complicaciones políticas.

3.Suficientes

Que sean adecuadas al presente y futuro en su aplicación y contenido, y flexibles en cuanto a su periódica revisión y actualización.

4.Sistemáticas

Que se estructuren y ajusten a un sistema y protocolos de actuación medibles y aplicables a un amplio espectro de actividades sociales, industriales y comerciales.

5.Sostenibles

Que se puedan mantener, operativa y económicamente, durante un largo tiempo, sin agotar los recursos o causar graves desajustes o daños.

6.Sociales

Que su aplicación esté especialmente dimensionada incluyendo al conjunto de individuos y grupos que articulan la estructura de la sociedad en la que vivimos.

7.Seguras

Que su contenido estratégico y operativo ofrezca seguridad y confianza al ciudadano en cualquiera de los momentos y de las circunstancias sociales y económicas en que se encuentren.

 

Nada hay más tranquilizador que la evidencia. En esa sala habían llovido semillas de esperanza porque, aunque aun seguían libres por la calle las hijas del miedo, las Hadas de las Seguridades les habían descubierto recursos inesperados para luchar contra ellas.  Ya no necesitaban príncipes montados a caballo que vinieran a salvarles buscando culpables ni cortando cabezas, habían aprendido que tan sólo precisaban actuar de manera coherente y 7S.

Algunos, más acostumbrados a reflexionar, de pronto se dieron cuenta de que, con esas claves, no sólo podían luchar contra las hidras de la Incertidumbre, la Inseguridad y el Pesimismo, sino frente a cualquier otra amenaza o meta que precisara de planes certeros y fundamentados.

De hecho, ¿habría algún proyecto de futuro que no se viera empoderado por un enfoque 7S?

Nada más fácil de contestar.

Y, colorín, colorado,

con las Hadas de las Seguridades…

no hemos terminado. Continuará…

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